Hace unos días, vi en la web de ‘Fiebre Maldini’ este vídeo de Riquelme (lo siento, pero no había forma de insertarlo).
Tras verlo, me acordé de los partidazos que hizo el argentino con el Villarreal en Anoeta. Creo que también jugó con el Barça el año del subcampeonato de la Real, pero aquel día el equipo catalán fue arrasado por una apisonadora que se llevó el partido gracias a dos goles de Kovacevic. Pero de ese partido hablaremos pronto, prometido.
Volvamos a Riquelme. Durante los casi 20 años de historia de Anoeta (no recuerdo actuaciones de Atotxa, me pillaron demasiado pequeño como para acordarme) han pasado miles de jugadores por el estadio donostiarra. Muchos lo hicieron sin pena ni gloria, pero el argentino dejó huella con el Villarreal.
El centrocampista argentino siempre me gustó, por eso quizás recuerdo aquellos partidos mejor que otros. Fue uno de los primeros «herederos» de Maradona que conocimos y su salto a Europa fue todo un acontecimiento. El Madrid mandaba en Europa gracias a Zidane, y el Barça decidió traer al mejor jugador que había en Argentina en esa época. No triunfó en la Ciudad Condal y se marchó a la pequeña localidad castellonense de Vila-real, donde se vio la mejor versión de Riquelme en Europa.
Anoeta es un estadio que se le dio especialmente bien. Tal vez tenga un poco idealizadas sus actuaciones, pero como ya os he dicho, no recuerdo haber visto en directo partidos mejores que los suyos en San Sebastián, en lo que a jugadores visitantes se refiere, porque de jugadores realistas hay muchos entre los que elegir. Probablemente algunos de vosotros sí que recordéis a otros que triunfaron ante la Real, pero creo que Anoeta no es una plaza en la que los rivales hayan destacado especialmente.
Aquellos días Riquelme casi puso al público donostiarra en pie. Dominó los partidos a su antojo dando auténticos recitales. Supongo que para los jugadores realistas debía ser frustrante ver su superioridad sobre el terreno de juego. Movía al equipo a su antojo y era casi imposible arrebatarle el balón, y para colmo marcaba goles. Formó una sociedad letal con Diego Forlán -otro que se ponía las botas cada vez que visitaba Anoeta- y la Real lo sufrió en sus carnes. Pocos jugadores le han pegado mejor que él a la pelota en las últimas décadas.